Cumplir el último deseo de un difunto puede salir caro porque arrojar las cenizas sin autorización se considera un vertido ilegal de residuos.
Cada vez es más habitual que entre las últimas voluntades de un fallecido se incluya la petición de que sus cenizas sean esparcidas en algún bello paraje natural o en una zona de especial trascendencia. Sin embargo, cumplir los deseos del difunto puede suponer una multa de hasta 60.000 euros porque, en España, echar cenizas por ahí sin autorización previa se considera un «vertido no autorizado de residuos» o incluso un delito contra el medio ambiente.
Cada comunidad autónoma tiene su normativa sobre sanidad mortuoria, pero, en líneas generales, todas ellas están de acuerdo en que las cenizas resultantes de la cremación tienen que colocarse en urnas de cenizas (no sirve cualquier recipiente) y no es posible esparcirlas en las vías públicas, plazas, calles, etc.
También coinciden en que las cenizas pueden quedar en custodia de un particular o enterrarse en cementerios y lugares autorizados. Con respecto a la dispersión, solo se permite según lo dispuesto en las ordenanzas municipales, porque los ayuntamientos son los que tienen las competencias en lo relativo a los cementerios y servicios fúnebres.
Sin embargo, a la hora de la verdad, la mayoría de los consistorios no tienen un formulario o procedimiento claramente definido para todos los casos y parece que existe un vacío legal al respecto. Así que, al final, unos optan por dejar la gestión en manos de las empresas funerarias y otros por arrojar las cenizas del difunto por su cuenta y riesgo, algo que, como decíamos al principio, puede estar sancionado con multas de entre 700 y 60.000 euros, dependiendo de la zona y su protección medioambiental.
Cenizas en el mar: tipo de urna y regulación
Si el lugar de descanso eterno elegido por el difunto es el mar, se requiere una autorización de la Dirección General de la Marina Mercante que se solicita a través del Ministerio de Transportes (o su equivalente en cada comunidad autónoma).
Además de presentar la solicitud con una declaración responsable y con la fecha prevista para el acto, necesitas un barco porque la distancia mínima para arrojar las cenizas es de tres millas desde la costa.
Con respecto a las urnas, las biodegradables de sal o arena son las más adecuadas. Ambos materiales son duros y resistentes en un ambiente seco, pero, al sumergirse en agua, se diluyen en cuestión de minutos. Además, está prohibido arrojar al agua las coronas o tallos de flores. Solo está permitido lanzar pétalos.
Funeral en el bosque: convertirse en árbol
Para esparcir las cenizas en un bosque hay que pedir permiso al propietario. Normalmente suelen ser los Ayuntamientos, pero si se trata de un espacio protegido puede que dependa de la Comunidad Autónoma o del Estado en el caso de los parques nacionales. Además, si el terreno está cerca de un río o un lago, es posible que no te concedan el permiso.
Teniendo en cuenta lo farragoso del trámite y la dilatación de los tiempos de respuesta de la Administración, están proliferando los lugares de enterramiento naturales, es decir, bosques específicamente concebidos como cementerio de aquellos partidarios del «tierra a la tierra, cenizas a las cenizas» en su sentido más literal.
En Estados Unidos y Canadá, los lugares de enterramiento naturales casi se han triplicado en los últimos siete años. Lo mismo ha ocurrido en Gran Bretaña, donde ya existen más de 270 cementerios naturales. En España también hay unos cuantos: Recordarium (Madrid), Roques Blanques (Barcelona), Cementerio de La Fuensanta (Córdoba), El Pinar Nuevo de Coca (Segovia), entre otros.
En este caso, también es obligatorio depositar las cenizas en urnas biodegradables, hechas de papel reciclado y ecológico, corteza de árbol, hojas de palma y otros materiales vegetales como huesos de aceituna. Estos materiales se integran en la tierra sin generar ningún tipo de impacto.
Algunas de estas urnas, además de contener las cenizas del difunto, incluyen una segunda cápsula donde se coloca una semilla junto con una pastilla de sustrato. De esta manera, los restos del difunto se convierten en un árbol. Este árbol suele formar parte de los llamados bosques memoriales, una opción cada vez más popular.



